POTENCIA CLIMÁTICA
El trabajo de cooperativas de recicladores, movimientos y organizaciones generó bioinsumos para la producción agroecológica, conectando justicia climática y soberanía alimentaria.
La Cúpula de los Pueblos transformó el tratamiento de más de 10 toneladas de residuos generados entre el 12 y el 16 de noviembre en una demostración política de que las soluciones a la crisis climática nacen en los territorios. La iniciativa garantizó el manejo integral de los desechos, valorizó el trabajo de los recicladores y le otorgó al evento el Premio Basura Cero, un reconocimiento nacional que evidencia que la gestión ambiental justa solo es posible con participación popular e infraestructura construida junto a las cooperativas.
A lo largo de los cinco días de programación en la Universidad Federal de Pará (UFPA), el manejo se organizó a partir de pilares estructurantes como reciclaje popular, agroecología y prácticas alineadas al concepto Basura Cero, además de los ejes Limpieza, Selección y Destinación, y Educación Ambiental.
“Kallen Oliveira, coordinadora del Grupo de Trabajo de Residuos e integrante del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra, explicó que en el eje de limpieza se destacó la fuerza de las mujeres de la economía solidaria y del equipo de la UFPA, responsables del cuidado cotidiano de los espacios. Aquí, el aspecto político es directo porque cuando la limpieza es realizada por colectivos populares, genera ingresos, autonomía y dignidad”, señaló.
“En el eje de selección y destinación actuamos junto a la Central de la Amazonía y cinco cooperativas de recicladores. La experiencia demostró una vez más que las cooperativas dominan tecnologías sociales que funcionan, como la separación manual cuidadosa, la organización del flujo de materiales y el máximo aprovechamiento de los reciclables. Todo esto es fruto de décadas de conocimiento acumulado que debe ser valorizado como ciencia popular”, continuó.
“En el eje de educación ambiental, la juventud formada por hijos de cooperados, becarios y voluntarios llevó información al público, recolectó datos para la investigación académica y, sobre todo, mostró que el cambio de comportamiento nace del diálogo directo y de la presencia cotidiana”, completó.
El modelo articuló cooperativas, juventudes, recicladores y universidades en una operación que unió técnica, movilización popular y una elección política clara que afirma que no habrá justicia climática sin justicia para quienes cuidan la vida y los bienes comunes de la naturaleza.
La operación fue conducida por el Grupo de Trabajo de Residuos, que reunió al Movimiento Sin Tierra (MST), el Movimiento de Mujeres del Tapanã, el Consejo Estatal de Seguridad Alimentaria y Nutricional y la Central de la Amazonía compuesta por las cooperativas Concaves, Hijos del Sol, Catasalvaterra, Cocamar y Cocadout. El apoyo del Ministerio de Trabajo y Renta y de la UFPA, a través de FADESP, garantizó los recursos necesarios para la movilización y la construcción de la infraestructura.
Para asegurar que la estrategia funcionara, se montó el Centro de Residuos Carolina Maria de Jesus, instalado en la Universidad Federal de Pará. El espacio funcionó como un galpón donde todo el material fue seleccionado, separado y organizado para su destinación. Más de 170 personas trabajaron directamente en la gestión y en la educación ambiental a lo largo de la Cúpula.
Kallen Oliveira afirma que la experiencia confronta modelos tradicionales de grandes eventos. “Mientras los espacios oficiales de la COP 30 apuestan por soluciones de mercado, demostramos que el pueblo organizado es capaz de tratar los residuos con responsabilidad y dignidad”.
El centro también se convirtió en un espacio de formación permanente, ya que hijas e hijos de recicladores, estudiantes universitarios, cooperados y voluntarios condujeron un proceso de sensibilización que integró al público de la Cúpula a las prácticas sostenibles. Recorrieron los espacios explicando el trabajo, orientando el descarte adecuado y realizando entrevistas con los participantes.
Los universitarios becarios y los hijos de recicladores participaron en un proceso de formación guiado por docentes de la UFPA y educadores de las cooperativas. Las entrevistas realizadas por este grupo generaron datos cualitativos para la investigación en curso sobre la percepción ambiental del público.
Entre las jóvenes educadoras estaban Isabela Baia y Emilly Bastos Baia, quienes identificaron la necesidad de reforzar la orientación para reducir los errores en el descarte. “Nosotras trabajamos con educación ambiental. La mayoría viene a la COP pero no conoce el proceso. Vamos a educar a estas personas para que en el futuro no tengamos tantos problemas con el descarte”, explica Isabela.
“Muchas personas no tienen información y acaban mezclando todo. Cuando todo se descarta junto, el trabajo de las cooperativas se vuelve más difícil”, agrega Emilly.
Débora Baia, de la Cooperativa de Recicladores de Materiales Reciclables Concaves, explica que la visibilidad también aumentó gracias al “reciclómetro Concaves”, una tecnología social que contabiliza públicamente la cantidad de residuos generados en el evento.
El equipo fue creado a partir de un software desarrollado en Paraná, donde se están realizando inversiones en cooperativas de reciclaje. Débora cree en la valorización del trabajo y en el papel educativo que surge de la visibilidad. “En la Cúpula empezamos con el reciclómetro. Papel, plástico, vidrio, orgánico, todo se pesa y actualizamos el panel diariamente. También es una herramienta de educación ambiental porque el público empieza a comprender lo que genera un evento como este. Hay generación de ingresos, puestos de trabajo y, principalmente, destinación adecuada que cuida del medio ambiente”, afirma.
Para Kallen, la experiencia revela algo aún mayor. “La solución a la crisis climática no vendrá del lucro, vendrá del pueblo organizado que conoce la tierra y la cuida”.
Tecnología social, compostaje y economía popular
Todo el flujo de residuos fue tratado dentro de la propia UFPA. Se instalaron recolectores selectivos de manera estratégica y los materiales fueron enviados al galpón para su selección. Los reciclables se destinaron a las cooperativas, garantizando generación de ingresos. Los residuos orgánicos pasaron por un proceso de compostaje acelerado con tecnología operada por Concaves.
La propuesta rescató la dimensión social del trabajo de los recicladores, reconociendo su centralidad en la cadena ambiental. Al tratar los residuos de forma adecuada, la Cúpula evitó el envío a vertederos y la emisión de gases de efecto invernadero. El compost vuelve como bioinsumo para la producción agroecológica, conectando justicia climática y soberanía alimentaria.
La gestión demostró que las políticas ambientales eficaces exigen participación popular, infraestructura pública e inversión directa en quienes ya actúan en la primera línea de protección de los territorios, especialmente en la Amazonía.
Vânia Nunes, presidenta de la Cooperativa de Recicladores de Materiales Reciclables de la Isla de Marajó CataSalvaterra, señaló que “tener un centro de reciclaje dentro de la universidad fue muy importante porque permitió que las personas comprendieran qué puede ser orgánico, rechazo o reciclable. Todo lo que sale de un espacio que está discutiendo cambio climático revela que no existe justicia climática sin recicladores. Aún no hemos recibido el reconocimiento debido, pero hacemos este trabajo desde mucho antes de la COP”.
EL TRABAJO EN CIFRAS
70 mil personas circularon por la programación
170 trabajadores involucrados en los procesos
Cinco cooperativas en actuación conjunta
Más de 10 toneladas de residuos reciclables y orgánicos gestionados
Un Centro de Residuos Carolina Maria de Jesus operando selección, manejo y educación ambiental
FOTO: BRENO ORTEGA – MST
