Belém (PA) — Mientras la Cumbre de los Pueblos se hace eco del clamor de denuncia contra las falsas soluciones climáticas respecto a las aguas de la Bahía de Guajará, tras bambalinas se desarrolla un gigantesco acto de soberanía y resistencia: la Cocina Popular Solidaria.

Organizada por el Movimiento de Trabajadores Sin Hogar (MTST), con el apoyo de otros movimientos sociales como el Movimiento Campesino Popular (MCP), la Red Nacional de Agroecología (ANA) y el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), esta operación logística garantiza la alimentación de las delegaciones inscritas. Esta acción, por sí sola, refuerza una declaración política a favor de la agricultura familiar, los pueblos tradicionales y la transición agroecológica.

El proyecto alimenta a las delegaciones inscritas, provenientes de 62 países, con un esfuerzo logístico monumental: se sirven 21.000 comidas diarias, sumando un total de 105.000 comidas durante los cinco días del evento, toneladas de alimentos provenientes directamente de la agricultura campesina.

Los movimientos y la Cocina de Resistencia llevan la práctica de la reparación al plato

Las cocinas solidarias organizadas por el MTST (Movimiento de Trabajadores Sin Hogar) simbolizan la resistencia que conecta el campo y la ciudad, el río y el bosque, frente al modelo corporativo de explotación. “En realidad, la Cocina Solidaria es la consolidación de todo el proceso que comienza con la lucha por la tierra. Así, luchamos por la tierra, conquistamos la tierra, ya sea una reserva o asentamientos rurales”.

Fábio Pacheco, miembro de la ANA (Asociación Nacional de Agroecología), explica que el proceso productivo basado en la agroecología, utilizando las políticas públicas por las que también lucharon los movimientos, es el camino para construir justicia climática. “A partir de este proceso, que transforma las acciones en los territorios en políticas masivas, como lo demuestra el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA), fortalecemos el protagonismo de quienes construyen el suministro de alimentos desde los territorios y dejamos claro que el camino al desarrollo pasa por la construcción popular, la soberanía territorial y la agroecología. Con financiamiento público y sin falsas soluciones orquestadas por el mercado financiero, disfrazadas de soluciones sostenibles.”

Es importante mencionar que la cocina lleva consigo el espíritu de la lucha por la tierra, por la producción, por el acceso a los mercados y por las políticas públicas que sustentan todo este proceso. Cuando las personas producen alimentos, trabajan desde esta perspectiva. Comprenden la importancia de cocinar comida auténtica. “Y cuando la entregan a las poblaciones vulnerables en estos encuentros, les entregan una parte de la lucha, envuelta en una comida caliente, y disfrutan del sabor de todos los logros de esta lucha”, afirma Pacheco.

El papel de la alimentación en esta cumbre

Ayala Ferreira, líder nacional del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), destaca que la calidad de los alimentos, originarios de los propios territorios, es condición esencial para el éxito de la movilización de la Cumbre Popular.

La líder aclara que, durante la planificación de la cumbre, se hizo evidente que la agenda de justicia climática debe necesariamente incluir la alimentación, ya que «conecta problemas y soluciones importantes de los territorios». Ferreira añade, resaltando el papel político de la iniciativa: «Además, nadie va a la marcha, a la lucha, a los debates con el estómago vacío. En esta cumbre, la alimentación tiene un proyecto político intrínseco. Ese es el gran mensaje que queremos enfatizar».

El origen de los ingredientes: El mapa de la soberanía alimentaria

Más allá de alimentar a las delegaciones inscritas, la Cumbre Popular buscó estratégicamente transformar la alimentación en un manifiesto de resistencia y lucha contra el agronegocio, que no llena los platos del pueblo brasileño. Aquí todo estaba cuidadosamente pensado: un menú que prioriza los alimentos naturales y frescos, provenientes directamente de los territorios de los pequeños agricultores, quienes cultivan sus alimentos desde el momento en que siembran la semilla.

Los colonos del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) suministran las verduras y la pulpa producidas por los asentamientos de reforma agraria; los pequeños agricultores del Movimiento Campesino Popular (MCP) aportan el arroz, los frijoles y la harina.

Asproc, una cooperativa de extractivistas de Manaus, suministra el pescado pirarucú de pesca sostenible. Los recolectores de coco del Movimiento Interestatal de Recolectores de Coco de Babaçu (MQCB) suministran el aceite producido en las comunidades tradicionales que viven de la extracción y venta de productos de bababaçu. Y las cooperativas de pequeños agricultores de São Luiz suministran el pollo.

En cifras

En la sesión plenaria final (14 de noviembre), Fernando Campos Costa, de la Comisión Política de la Cumbre de los Pueblos y coordinador del Movimiento de Trabajadores Sin Hogar (MTST), destacó la gran contribución del Comedor Popular de la Cumbre de los Pueblos, que, según él, representa un esfuerzo logístico y político sin precedentes. «El proyecto está sirviendo un total impresionante de 160 toneladas de alimentos durante los cinco días del evento. Eso equivale a 21.000 comidas diarias».

Para sostener esta operación, fuera de aproximadamente 300 personas, entre voluntarios y personal permanente, se movilizaron para procesar más de 4 toneladas de alimentos diariamente. Todos los productos eran frescos, suministrados exclusivamente por granjas familiares y movimientos sociales (MST, MCP, MQCB), lo que garantizó que las delegaciones de 62 países recibieran alimentos que reflejaran su lucha y soberanía.

Fotos: Rodrigo Duarte/@rodrigobduartee